POSIBLE ORIGEN DE LOS MIEDOS EN LOS NIÑOS


Independientemente de la programación genética del niño para desarrollar los miedos evolutivos normales de la infancia, se han apuntado algunos factores que pueden incidir significativamente sobre los mismos. 


Una de las variables estudiadas han sido los patrones familiares. Según algunos estudios, los padres con tendencia a ser miedosos y/o con más trastornos de ansiedad suelen tener hijos con miedos o ansiedad, en mayor proporción que los padres “normales”. Algunas teorías explican esta hipótesis en base a que los hijos buscan y captan la información sobre la reacción emocional de sus cuidadores ante situaciones de incertidumbre. A través del modelado (aprendizaje que efectúa el niño por observación de un modelo) una madre puede alterar o modelar los miedos de sus hijos en función de las emociones que manifieste o que el niño perciba. 

Otro mecanismo de adquisición o potenciación de los miedos es la información negativa (instrucciones verbales). Una información negativa sobre alguna situación o estímulo concreto puede ser una fuente que genere el temor. La capacidad de convicción vendrá condicionado por lo relevante que resulte para el niño la persona que emita la información. 


En algunos casos, es correcto levantar temores, por ejemplo por parte de los padres, acerca de determinados riesgos que corren, en especial, los adolescentes. No obstante, también pueden darse informaciones erróneas por parte de personas ajenas a la familia que pueden provocar miedos injustificados. En la etapa adolescente se suele creer más a los compañeros a que a los padres.

Hay un tipo de miedos que se adquieren por aprendizaje directo como es el miedo a no poder respirar. Sería el caso de niños que han sufrido ataques de asma o se han despertado repentinamente por la noche con la sensación de no poder respirar.

Otra forma de adquisición es por condicionamiento. Supongamos un niño que de pequeño sufrió quemaduras importantes al jugar con un petardo que le explotó en las manos. Probablemente la simple visión de los mismos o su estruendo le provoquen miedo y rechazo, tantos más cuantos mayores fueron las consecuencias.

Finalmente apuntar como posible generador de miedos en niños, otras experiencias vitales desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos, peleas o situaciones que le impacten emocionalmente (accidentes, muerte de algún ser querido, etc.). En el peor de los casos, estos miedos pueden derivar en trastornos clínicos como fobias específicas, ansiedad generalizada o estrés post-traumático.

Igualmente es desaconsejable la visualización de programas de televisión, películas u otros que contengan imágenes violentas o de terror cuando el niño aún no presenta una edad adecuada para separar nítidamente la ficción de la realidad.





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Dra. María Teresa Charún
Psicóloga Clínica Educativa
Master en Salud y Bienestar Comunitario 
Universidad Autónoma de Barcelona - España

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